"TSURU NO ONGAESHI"
Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía una pareja de
ancianos muy pobre.
Un día el anciano oyó el grito de una grulla que había caído
en una trampa.
El anciano se compadeció al verla y decidió soltarla.
Esa noche le contó a su mujer sobre lo ocurrido y ella le
dijo: "Hiciste bien. Yo también estoy contenta", y los dos se
pusieron alegres.
En ese momento, alguien llamó a la puerta: "toc
toc...", el anciano salió y encontró a una chica muy bonita que dijo:
"Me desorienté en el camino, ¿Podría quedarme en su casa esta
noche?".
Los ancianos que eran muy amables no dudaron en invitarla a
dormir.
Esa noche los tres conversaron y ella les contó que no tenía
casa a donde ir ni familia con quien estar. Los ancianos le propusieron:
"¡Queremos que seas nuestra hija!"
Ella se puso muy contenta. Al rato los tres se fueron a
descansar.
Al día siguiente, la chica se levantó muy temprano para
preparar el desayuno, pero no había ni arroz ni "miso"
En ese momento, la chica divisó un telar en una habitación
contigua y en unos instantes se empezó a oir el sonido del telar mecánico.
Cuando los ancianos se despertaron, la chica les entregó una
pieza de tela bellísima diciéndoles: "vendan esta tela y compren lo
necesario para vivir". Ellos se sorprendieron y estuvieron muy contentos.
El anciano recibió mucho dinero a cambio de la pieza de
tela, ya que ésta era muy bonita, y compró lo necesario para vivir además de un
peine muy bonito para la chica.
Esa noche los tres estaban muy contentos y se quedaron
conversando hasta muy tarde. En eso el abuelo dijo: "Ya vamos a
dormir", pero la chica contestó: "Yo voy a continuar trabajando un
poco más". Los ancianos se sorprendieron y le dijeron: "¡No! hoy ya
no trabajes! es mejor que descanses". La chica contestó: "Quiero
hacer más piezas de tela para ustedes pero quisiera pedirles un favor, no
entren a la habitación cuando esté trabajando.". El anciano preguntó
sorprendido: "¿Cómo? ¿No podemos verte trabajar?". La chica contestó:
"No, por favor, quiero que me prometan que no lo harán."
Los ancianos no entendían la razón por la cual la chica les
pedía eso pero asintieron con la cabeza.
La chica tejía cada noche una pieza de tela que se vendían
como "pan caliente", pero cada día se ponía más delgada y no tenía
ánimo.
El anciano le decía: "¡Tienes que descansar, no
trabajes demasiado!", pero la chica respondía: "Voy a seguir
trabajando sólo un poco más" y entraba en la habitación.
Los ancianos no podían dormir pensando en la salud de la
chica.
Una noche, el anciano no pudo contenerse y dijo: "Voy a
verla", la anciana replicó: "Tenemos que cumplir con nuestra
promesa". El anciano, haciendo caso omiso a su mujer, se dirigió a la
habitación en donde se encontraba trabajando la chica. Miró a través de la
puerta que estaba entreabierta y para su sorpresa divisó a una grulla
trabajando en el lugar. La grulla utilizaba su pico para quitarse plumas, las
cuales las utilizaba para decorar las hermosas piezas de tela que hacía. Esta
advirtió que estaba siendo observada y se disfrazó nuevamente de mujer.
La chica abrió la puerta y se dirigió al anciano: "Yo
soy aquella grulla que salvó de la trampa. Por salvarme la vida quise
devolverle el favor y para ello se me dio la oportunidad de convertirme en un
ser humano por una sola vez y venir aquí, pero ya no puedo permanecer aquí con
ustedes. Deseaba convertirme en su hija para siempre".
La chica volvió a tomar su apariencia original de grulla y
levantó vuelo. El anciano al verla volar pensó: "Perdóname. ¡No nos
olvides!" y le lanzó el peine que le había regalado a la
"chica". La grulla lo cogió y se fue volando.
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